La ideología socialista sostiene que es el Estado el que debe determinar e imponer el bien común de los ciudadanos; y frecuentemente acaba imponiendo el bien particular de los dirigentes (esto también ocurre en sistemas democráticos no socialistas; pero con alternancia del poder).
Para evitar esa opresión, la ideología liberal afirma que si cada uno busca su interés particular, todos acabarán alcanzando su bien; y en consecuencia, se logrará el mayor bien común posible. Nada más lejos de la realidad: si cada uno busca su interés, lograrán el bien los más preparados, los más poderosos o los que tengan menos escrúpulos, en detrimento de los ciudadanos corrientes, que quedarán a merced de aquéllos.
La Concepción Social Cristiana, en la que se basa el Socialcristianismo, propone que el bien común se alcance con la colaboración de todos, basándose en la generosidad y la caridad cristiana; y el Estado promoviendo estas actitudes y actuando subsidiariamente para cubrir aquellas parcelas que no puedan ser cubiertas por los ciudadanos.
Efectivamente, si los ciudadanos aplicamos nuestro esfuerzo -incluso con renuncia personal- al progreso de la Comunidad, se acabará alcanzando un mayor bienestar que, a la postre, redundará en beneficio de todos. Unos pocos ejemplos nos mostrarán las actitudes que deben ser fomentadas desde el poder público:
· El empresario podría renunciar a parte de sus beneficios manteniendo puestos de trabajo que ya no le son rentables.
· El trabajador podría renunciar a parte de su sueldo o jornada laboral, para que más trabajadores puedan disfrutar de un puesto de trabajo.
· Los sindicatos deberían renunciar a parte de las reivindicaciones de los actuales trabajadores, para promover incrementos de plantilla.
· Las entidades financieras deberán renunciar a parte de su seguridad crediticia, para reactivar el mercado y así volver a situaciones en las que se mantienen niveles de morosidad bajos.
· El Estado deberá renunciar a su presión recaudadora, siempre que ésto promueva un tejido económico mayor y más fuerte.
· Los ciudadanos deberán renunciar a parte de sus subsidios, para que el Estado pueda retomar la senda del equilibrio presupuestario y la inversión pública.
Sí, ya sé que suena idílico; pero es el único camino para salir de una crisis.