La respuesta a esta pregunta debe ser claramente afirmativa. Si un colectivo de creyentes considera que su credo contiene -además de los dogmas religiosos y normas morales- las mejores soluciones para los problemas políticos y sociales, como ocurre con la concepción social cristiana, es lógico –y obligado- que ese colectivo proponga dichas soluciones.
Por supuesto, sólo serán trasladables al ámbito de la política aquellas propuestas que constituyan soluciones a cuestiones sociales, económicas y políticas, manteniéndose en el ámbito de la religión las cuestiones dogmáticas y morales. Pero no se deben descartar de plano las propuestas que, dentro del ámbito de la moral, contribuyan a una mejor consecución del bien común.
Existe en la actualidad una tendencia excesivamente marcada a no regular las opciones morales, ni siquiera cuando afectan al resto de la sociedad; pero, simultáneamente, se regulan en exceso opciones no morales, cuya influencia social es mucho menor. Por ejemplo, se regula minuciosamente el consumo de tabaco; pero se permite la promiscuidad sexual de los menores o la exhibición pública de pornografía.
Por lo tanto, cuando la promoción de una opción moral evite distorsiones sociales, será conveniente hacerlo. Por ejemplo, promover la fidelidad en las relaciones sexuales reducirá el contagio de enfermedades, por lo que es una propuesta moral con repercusión social y debe ser promovida. Evidentemente, una cosa es promoverla y otra imponerla: sólo pueden imponerse aquellas reglas morales que eviten actuaciones perjudiciales para la sociedad. Por ejemplo: conducir bajo los efectos del alcohol es moralmente reprobable; pero también puede tipificarse como delito, ya que esta conducta atenta contra la seguridad vial de los demás.
Consecuentemente, sería legítima la salida a la palestra política de un partido confesional católico, que tratase de llevar a la práctica la concepción social cristiana en los términos antes expuestos. Por supuesto, el Socialcristianismo no pretendería constituir a la Iglesia Católica –ni a sus representantes- en instancia de referencia política (aunque sea referencia moral para sus seguidores); ni se pretendería la instauración de un régimen teocrático que convierta las normas religiosas en regla civil. Simplemente, quiere trasladar al ámbito político-social aquellas propuestas cristianas que redundan en el bien común.
José Alberto, tenemos un partido confesional católico. Se llama Alternativa Española. Yo confío en dicho partido.
ResponderEliminarViva la familia, la Vida, nuestros raíces cristianas y España.