El principio de subsidiariedad de la acción del Estado nos lleva a fomentar la iniciativa privada en todo aquello que sea posible acometer directamente por los ciudadanos. Y cuando la tarea sea excesiva para un particular, hay que fomentar el asociacionismo. en concreto cuando se trate de iniciativas económicas o empresariales, se debe facilitar la formación de sociedades cooperativas, en las que la propiedad está mayoritariamente en manos del capital humano. Ya existen varios tipos de cooperativas: laborales, agrarias, de viviendas, de centros de enseñanza; pero en necesario fomentarlas más y extenderlas a todos los sectores sociales, en especial a aquéllos que están más desatendidos.
Por ejemplo, cuando una cooperativa de padres promueve un centro escolar, elige al profesorado y establece el ideario a seguir y el estilo académico a implantar, se está llevando a la práctica el derecho a la propia educación, a la libre enseñanza y a la elección del ideario; y además ésto se logra al menor coste posible.
Lo mismo puede decirse de las cooperativas de promoción de viviendas, que deberían tener acceso más fácil a la protección pública y al suelo público; cooperativas de crédito, de compras, de servicios, sanitarias, mutuas de seguros, etc...
Cuando en una empresa la propiedad y la fuerza laboral coinciden, los ajustes a los ciclos económicos son más flexibles, porque se tiene confianza en "el patrón"; se elimina toda conflictividad laboral y la práctica totalidad del beneficio redunda en remuneración al factor trabajo.
En una sociedad libre debidamente organizada, la función del Estado queda muy reducida; y se eliminan los riesgos de proteccionismo totalizante y opresivo que están aflorando en el Occidente democrático.
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