Presentación

Con este blog pretendo mostrar a los lectores las soluciones que -a mi parecer- aporta el cristianismo a los problemas y retos sociales actuales. He querido denominar SOCIALCRISTIANISMO al conjunto de soluciones concretas que aquí se van a proponer, para diferenciarlas de otras propuestas que también puedan inspirarse en el cristianismo. Pero quiero aclarar desde el principio que no se trata de un "socialismo cristiano", sino un "cristianismo social".
Como propuesta política que és, debe comenzar por regenerar la corrompida democracia occidental; y empezar por describir el marco político que debe regir una auténtica democracia.

26 de febrero de 2011

El Estado déspota y totalizante

Desde que se generalizó la democracia en Occidente, el Estado no ha dejado de crecer y de ir alargando sus tentáculos hasta los rincones más íntimos de la ciudadanía. Últimamente, la excusa utilizada para esta extensión del control es la necesidad de garantizar la seguridad de todos, en todos los campos que se pueda uno imaginar: desde la seguridad personal, sanitaria, alimentaria, en los transportes, estabilidad económica etc. Se ha llegado incluso al paroxismo desde que el terrorismo islámico ha perpetrado ataques impresionantes en Occidente. Y este miedo que se nos ha metido en el cuerpo nos ha despojado del espíritu de crítica que nos permitiese defendernos de las constantes intrusiones de Estado en campos que le deberían estar vetados.
EL último acto de despotismo en España ha sido la reducción de la velocidad máxima en las autovías, con el objetivo de reducir el gasto de los particulares en combustible. El miedo a la crisis le ha permitido al gobierno perpetrar este nuevo acto de tiranía, cuando la realidad es que quien tienen que reducir el gasto es el Estado, no los particulares.
Quizá tendríamos que empezar por el principio para explicar bien la profundidad del problema. El Estado nace como una necesidad de atender aquellas cuestiones públicas que afectan a la colectividad. es un Organismo a nuestro servicio administrado por el gobierno de turno. Esta característica es lo que le diferencia del Antiguo Régimen, en el que el monarca era considerado propietario del país y del pueblo y, por lo tanto, juez y dueño de vidas y haciendas. En muchos casos, este poder absoluto estaba limitado por la Ley Divina, a la que todos se consideraban sometidos.
En la actualidad, los ciudadanos han ido delegando cada vez más funciones en el Estado, con objeto de que cada uno de sus problemas sea resuelto por la colectividad; y el Estado ha ido adquiriendo, por delegación, cada vez más y más poder. Hasta que se ha llegado a un punto en el que se ha convertido en dueño de sus ciudadanos, con derecho a imponerles cualquier cosa que sea considerada beneficiosa para el pueblo o que le preservará de algún peligro. Esto se llamó siempre despotismo ilustrado: todo para el pueblo, pero sin el pueblo; y los auténticos demócratas lo consideraban deplorable. Pero estos nuevos déspotas se han sacudido incluso el límite que la Ley Divina imponía a los antiguo monarcas absolutos: han difundido el laicismo y eliminado cualquier norma superior a la que deban someterse. Es despotismo actual en Occidente puede proponer e imponer cualquier medida, por aberrante y opresiva que resulte al ciudadano.
Solo necesitarán acudir al razonamiento de que es conveniente para el país o su seguridad. Por ejemplo, en España, en los últimos años se han visto constreñidas muchas libertades ciudadanas cotidianas: tabaco, circulación, educación de los hijos, elección del idioma, libre comercio, etc... Y mientras tanto se conceden otras libertades consideradas neutras para la colectividad, como son el derecho a matar niños, difundir pornografía y zafiedad, romper la familia o decidir el propio sexo.
Se ha pasado de la soberanía popular a la sumisión al Estado; pero como este cambio se ha disfrazado de juego democrático, ni siquiera tenemos la posibilidad de oponernos.
Toda acción democrática de futuro pasa por la reducción drástica del tamaño de los estados modernos.

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