Artículo 18
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo 19
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo 20
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.
Lo que ocurre es que, en muchos países occidentales, la tolernacia fatalmente entendida (vease La tiránica Tolerancia, entre los enemigos de la Democracia) les lleva a pensar que la libertad de credo queda reducida al fuero interno de la persona, cuando el derecho humano no se limita a garantizar la creencia o pensamiento (¿Cómo podría prohibirse pensar?), sino al derecho a manifestar personal y colectivamente esas creencias. Y es curioso que más que sobre el respeto mutuo (que es importante), la Declaración de Derechos pone el énfasis en la libertad de expresión y difusión de creencias y opiniones. Por lo tanto, desde el Socialcristianismo se defenderá el derecho de una colectividad a manifestar sus creencias, por encima del derecho a no sentirse ofendido de aquél que no las comparta y acceda a dicha colectividad. Es decir, los símbolos religiosos que se exhiben en establecimientos confesionales deben respetarse, aunque algunos de los que allí accedan no los compartan. Y las costumbres populares también, aunque no sean del agrado de las minorías que -conociendo la diversidad de cultura- han accedido a incorporarse a una sociedad.
Por supuesto, la libertad de expresión no puede amparar la ofensa gratuita de las creencias o ideas ajenas: se puede discrepar y manifestar la discrepancia; pero no ridiculizar, insultar o blasfemar contra la fe de los demás.
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