En el ambiente político occidental se ha implantado un concepto de tolerancia que admite cualquier conducta inmoral, aunque indirectamente perjudique al colectivo social, en defensa de un liberalismo que fácilmente se convierte en libertinaje. Por ejemplo, la tolerancia nos permite disolver un matrimonio en tres meses, sin necesidad no ya de culpables, sino ni siquiera de dar razones; de esta forma, se aniquila el más importante contrato que existe: el que constituye la célula social básica. Esta posibilidad, tan tolerante con el que quiere incumplir su compromiso, deja totalmente indefenso al que lo entregó todo en ese matrimonio pensando que era para toda la vida. También en aras de la tolerancia, se prohiben todos los símbolos religiosos que pudiesen “ofender” a miembros de otras religiones, sin darse cuenta que de este modo se "ofende" la libertad de expresión y culto de todos. Por supuesto, los tolerantes no tienen tanta sensibilidad cuando se trata de permitir la exibición de pornografía en aquellos lugares o emisiones que se encuentran al alcance de los niños, aunque la propia Constitución española trate de impedirlo.
Por supuesto, estos mismos tolerantes se niegan a admitir cualquier crítica de sus posturas y dogmas progresistas, acusando de intolerante a cualquiera que se permita pensar diferente, que es el peor sacrilegio que puede cometerse en esta nueva sociedad sin Dios.
Su argumento favorito es: “todo ejercicio de la libertad es tolerable; pero hay cosas que no se pueden aceptar”. Por supuesto, son ellos mismos -los tolerantes- los que indican dónde se encuentra el límite de lo inaceptable. Y resulta curioso que consideren lógica cualquier restricción o imposición civil; pero si se trata de una restricción moral –en especial si es moral cristiana- entonces debe combatirse. Tenemos total libertad para nuestras prácticas sadomasoquistas; pero no es posible contraer matrimonio indisoluble.
De esta forma, la sodomía, el adulterio, las relaciones sexuales prematuras, la pornografía, la pederastia consentida, el aborto, la eutanasia… son actos tolerables; pero fumar, comprar tabaco, contaminar el aire o el agua, maltratar un animal o simplemente hacinarlo en el transporte hacia el matadero, o no separar la basura, son actitudes que en ningún caso pueden tolerarse.
Si alguien se hubiese propuesto destruir la civilización occidental, no habría encontrado mejor forma de hacerlo que implantar esta “ideología de la tolerancia”.
¿Será casualidad?
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