Presentación

Con este blog pretendo mostrar a los lectores las soluciones que -a mi parecer- aporta el cristianismo a los problemas y retos sociales actuales. He querido denominar SOCIALCRISTIANISMO al conjunto de soluciones concretas que aquí se van a proponer, para diferenciarlas de otras propuestas que también puedan inspirarse en el cristianismo. Pero quiero aclarar desde el principio que no se trata de un "socialismo cristiano", sino un "cristianismo social".
Como propuesta política que és, debe comenzar por regenerar la corrompida democracia occidental; y empezar por describir el marco político que debe regir una auténtica democracia.

22 de febrero de 2011

Las revueltas islámicas

Los recientes sucesos en varios países islámicos me han hecho formularme algunas preguntas, cuya respuesta me servirá para adoptar una postura al respecto. 
¿Qué está pasando en el norte de África?
Creo que la respuesta inicial es evidente: varios pueblos sometidos por autócratas y condenados a la penuria tratan de cambiar el régimen vigente para conseguir una sociedad mejor. La Historia está plagada de ejemplos de pueblos que no aguantan más.
¿Es esto lícito?
Por supuesto. Todo ciudadano tiene derecho a participar en el procedimiento de elección de sus gobernantes. Ningún gobernante tiene ningún derecho a permanecer en el poder ni un minuto más de lo que el pueblo quiera; ni siquiera en el caso de que hubiese sido legítimamente elegido: la soberanía popular le permite cambiar de opinión en cualquier momento. Por esto, en los países democráticos existen las mociones parlamentarias de confianza o de censura, para validar en cualquier circunstancia la voluntad popular.
Pero, ¿cómo saber lo que quiere el pueblo?; porque hemos visto ciudadanos que defienden a esos gobernantes.
Cuando un dictador lleva en el poder varias décadas, no basta con la sospecha de que es aceptado por su pueblo, debe revalidar esa aceptación periódicamente; y si una gran parte de ese pueblo manifiesta clara y rotundamente su disconformidad, entonces debe convocar al pueblo para que opine, a la mayor brevedad posible. Aferrarse al poder y reprimir las protestas con violencia es un acto de lesa humanidad, que en ningún caso puede admitirse.
El cambio que están provocando, ¿será positivo?
Por desgracia, la Historia nos muestra que de una Revolución sólo salen males mayores, al menos durante un tiempo; pero en muchos casos, a la larga, esa Revolución acaba sedimentando y estableciendo reglas sociales más justas. Si accede al poder un grupo fanático que desprecie la opinión de las minorías, la situación será peor que la que se vive con un dictador que ha logrado imponer cierta paz social. Si se establece una coalición de consenso que facilite un gobierno provisional (o una Junta Militar que no se eternice ni aproveche para abusar), muy probablemente estas sociedades prosperen rápidamente y en paz. Por ejemplo, en la transición española se pasó de la dictadura a la democracia sin violencia alguna; pero la Revolución Francesa tuvo que pasar por la época del terror y la dictadura de Napoleón, antes de que los logros teóricos de Libertad, Igualdad y Fraternidad se hiciesen una realidad para todos los ciudadanos. En las actuales circunstancias, me permito sospechar de los pueblos islámicos que muestran ansias de democracia, pero se niegan a admitir la libertad religiosa: corren serio riesgo de acabar como Irán.
La posibilidad de que el cambio sea a peor, ¿deslegitima la revolución?
A mi entender, es el propio pueblo el que debe ponderar los riesgos y decidir si le compensa alzarse o mejor seguir sometido y en paz. Todo dependerá de las condiciones de partida y de las expectativas finales; y de la ideología de los grupos que promuevan el cambio. Por ejemplo, muchos comunistas añoran la época del Soviet en Rusia, ya que tenían menos derechos y menos libertad, pero la torpe economía estatal les garantizaba pan y trabajo. Por otra parte, los afganos se pusieron en manos de los fieros y fanáticos talibanes, para que les liberasen de la ocupación soviética, y el resultado fue mucho peor.
¿Cómo puede asegurarse un pueblo que los gobernantes nuevos serán mejores?
Pues, sencillamente, manteniendo ese espíritu revolucionario que les hizo alzarse la primera vez; aunque esto les lleve frecuentemente a jugarse la vida. Por ejemplo, Fidel Castro en Cuba, hace 52 años, hizo una revolución para mejorar las penosas condiciones de su pueblo; y este mismo pueblo lleva 52 años sin atreverse a sacudirse el yugo de Fidel.

La verdad es que vistas las respuestas anteriores se entiende por qué tantos pueblos han estado sometidos tanto tiempo: mientras la miseria no sea acuciante, prefieren la paz (aunque sea la de la mordaza) a una hipotética libertad plagada de peligros; y este miedo lo saben explotar muy bien los lobos que les gobiernan. En el fondo es el eterno dilema entre la dignidad personal y la seguridad. Por eso, los gobernantes que quieren manejar a un pueblo -dentro o fuera de sistemas democráticos- se empeñan en rebajar la dignidad de la persona y aumentar sus miedos. ¡Y esto también ocurre en Occidente!

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