Hay quien piensa que la corrupción política, que se ha generalizado en Occidente, ha acabado matando a la Democracia y ya no es posible revivirla. A pesar de que el pronóstico es muy grave, no soy de ese parecer: la Democracia, aunque enferma, sigue viva. Y soy optimista, porque somos mayoría los ciudadanos que confiamos en ella, los que consideramos que toda sociedad debe ser gobernada por quien la mayoría elija; y los que confiamos en que el gobierno así elegido puede –y debe- actuar en beneficio de todos. Ya sé que esta no es la situación actual; pero la Democracia sigue muy viva en las esperanzas de todos los que creemos que “esto” tiene arreglo.
Entonces, ¿por qué está tan enferma la Democracia? Pues, sencillamente, porque la tienen secuestrada. De hecho, la tienen amordazada e inutilizada los grupos políticos con representación parlamentaria: todos sin excepción; e incluso algún grupo de presión que ni siquiera tiene representación (1).
Entonces, ¿por qué está tan enferma la Democracia? Pues, sencillamente, porque la tienen secuestrada. De hecho, la tienen amordazada e inutilizada los grupos políticos con representación parlamentaria: todos sin excepción; e incluso algún grupo de presión que ni siquiera tiene representación (1).
Y digo que está secuestrada porque cuando alguno de los grandes partidos alcanza una amplia mayoría parlamentaria, tanto el grupo parlamentario mayoritario como su gobierno actúan como una auténtica dictadura temporal. En definitiva, utilizan la Democracia sólo para lograr su propio provecho. Y está secuestrada porque dichos grandes partidos se alternan en la mayoría, manteniendo unas reglas del juego que -de hecho- impiden la aparición de iniciativas políticas nuevas: al ciudadano solo le queda el recurso de forzar la alternancia de poder; pero nunca podrá ejercer su derecho a estar efectivamente representado por quien comparta sus ideas.
(1) Me refiero expresamente a la situación española; pero creo que el diagnóstico es común a las demás democracias occidentales.
Y si durante una legislatura la mayoría es inestable o no existe, entonces la situación es peor aún, porque quienes secuestran la Democracia son las minorías marginales: esos partidos con escasa representación que venden caro su apoyo a cambio de prostituir el programa electoral de la mayoría. En estos casos, ni siquiera aquellos que han visto vencedora su opción política logran ver su programa realizado. E incluso pueden secuestrar la Democracia otros grupos extra-parlamentarios u organizaciones sociales, sindicales, financieras o empresariales, si tienen capacidad de presionar al partido mayoritario amenazándolo con un supuesto rechazo social.
Y estos políticos todavía se atreven a llamar a esta fantochada "juego democrático".
_______________(1) Me refiero expresamente a la situación española; pero creo que el diagnóstico es común a las demás democracias occidentales.
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