La propiedad privada se ha revelado como el mejor medio para que tanto las personas como los pueblos prosperen; y vienen recogida como uno de los derechos humanos:
Artículo 17:
1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.
2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.
La concepción social cristiana admite la propiedad privada como figura natural en la que descansa la estructura económica más eficiente. Pero no como un derecho absoluto de cada hombre, sino como el mejor método para alcanzar el bien común. Como nos recordaba Juan Pablo II, toda propiedad tiene una hipoteca social: es exclusivamente mía mientras un conciudadano no la necesite para garantizarse un nivel de vida digno.
Por lo tanto, el Socialcristianismo propugnará un Estado que respete la propiedad privada, protegiéndola de los depredadores y compensando adecuadamente cuando alguien deba ser expropiado en beneficio de la Comunidad. Pero este respeto de la propiedad privada deberá simultanearse con un sistema impositivo que redistribuya la riqueza, logrando que los más desfavorecidos alcancen un nivel de vida digno.
Por el mismo motivo, tampoco podrán privatizarse los bienes o dominios públicos sin que los beneficiarios compensen a la Comunidad: la adjudicación arbitraria de concesiones, frecuencias radiofónicas, ondas televisivas o la recalificación de terrenos -frecuentemente en favor de la propia clientela política- constituye un injustificable expolio de la propiedad pública.
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